jueves, 28 de febrero de 2008

Elogio (innecesario) de los libros

¿Cómo afecta la globalización a la lectura? El avasallamiento de las industrias culturales de Norteamérica ha propiciado el incremento de las comunicaciones transnacionales privadas, las cuales representan un potencial tremendo en cambios culturales e incluso dominación cultural.

Por otro lado, los monopolios editoriales manejados por gestores del entretenimiento masivo hacen que se publiquen menos títulos (sólo os de alta tirada) y elimina los que se venden lento, aunque lleven años en catálogo, sean valorados por la crítica y tengan una salida constante. Los nuevos dueños exigen al mundo editorial libros que den tasas de ganancia semejantes a sus negocios en televisión o electrónica.

El universo de la imagen ha desplazado la imagen del libro. Esto es: La idea dominante, no por jamás verbalizada menos actuante, del rango secundario de lo escrito, relegado por lo televisivo.

Causas de la disminución de lectura

La promoción y difusión de la lectura debiera estar a cargo de cuatro instituciones: la familia, la escuela, el Estado y los medios de comunicación. Sin embargo, la falta de hábito de la lectura en las familias, la ausencia de impulso durante la educación básica, el desinterés de los gobiernos y los pobres contenidos televisivos han ocasionado una diminución en la lectura.

Instituciones académicas

La obligación a lecturas en vez de la motivación, el consumo de unos cuantos libros (por lo común entendido como cumplimiento de tareas de clase), la cultura de la fotocopia, el desinterés de las universidades en la distribución de sus ediciones son algunos ejemplos de la ausencia de impulso a la lectura durante la educación básica.

El Estado

La Ley de Fomento para la Lectura y el Libro establece para la SEP y el Conaculta la obligación de participar en la formación de lectores, así como la obligación de determinar el Programa de Fomento para el Libro y la Lectura. Asimismo, establece como obligación de la SEP la dotación de acervos para las bibliotecas de aula y escolares.

Desgraciadamente, estas medidas resultan insuficientes ante la clara indiferencia del Estado y los partidos políticos hacia la lectura. Aunado al alejamiento de la lectura por parte de la clase gobernante, los gobiernos de América Latina suelen presionar por más impuestos a libros y editoriales.

Medios de comunicación

Actualmente, los medios de comunicación son los principales transmisores de entretenimiento, los informadores de la población y los principales formadores de opinión pública, de valores y gustos.
Según Carlos Monsiváis, en la primera mitad del siglo, al menos en las clases medias, aunque también en sectores obreros, el periódico forma parte de los hábitos hogareños, y el civismo de los niños se inicia al oír a sus familiares discutir interpretaciones y noticias como parte de su vida cotidiana. Esto ahora sólo ocurre excepcionalmente durante los noticieros televisivos, y en lo tocante a la prensa, se confina a los escándalos. El morbo sí es pasión genuina de los lectores y los divulgadores de lo leído a medias.

Esta situación se ha reflejado en los hábitos de lectura de la sociedad mexicana. Veamos algunos datos.

Asistencia a bibliotecas y librerías

Según la Encuesta Nacional de Prácticas y Consumo Culturales que elaboró en Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el 30% de los mexicanos no ha tenido ocasión de visitar una biblioteca en toda su vida; en el último año el 40% no se ha dado una vuelta por ninguna; mientras que 2 de cada 5 mexicanos nunca han entrado a alguna librería, y de los 3 restantes 1 no lo ha hecho en el último año.

Promedio de libros leídos al año

El promedio de libros leídos al año es de 2.9. Cabe destacar que los textos que más se leen son, en orden descendente, ttextos escolares, de Historia, novelas, de superación personal, biografías, enciclopedias, de corte científico, cuentos, religión, guías y manuales, libros para jóvenes, poesía, libros para niños, de cocina y finalmente de política.

Entre los títulos favoritos de quienes declaran leer o haber leído alguna vez, se encuentra La Biblia (4.0%), seguida de Juventud en éxtasis, Don Quijote de la Mancha y Cien años de soledad.

El mercado editorial

En el campo editorial, la concentración de las editoriales clásicas en grupos empresariales manejados por gestores del entretenimiento masivo hace que se publiquen menos títulos (sólo los de alta tirada) y elimina los que se venden lento, aunque lleven años en catálogo, sean valorados por la crítica y tengan una salida constante. Los nuevos dueños exigen al mundo editorial libros que den tasas de ganancia semejantes a sus negocios en televisión o electrónica.

Las dificultades adquisitivas se acrecientan. La lectura se encarece y se «privatiza», y el problema se acentúa por la escasez de bibliotecas públicas. Falta hablar de las tecnologías que hoy se proponen como remplazo del libro.

Desgraciadamente, el grueso de la sociedad mexicana no valora que la lectura renueva y aporta opiniones morales, políticas, científicas y sociales, despierta a la imaginación y la fantasía, aporta amplitud en el lenguaje, permite el acercamiento a nuevas ideas, elimina el analfabetismo funcional, acaba poco a poco con la ignorancia, abre horizontes de reflexión y, sobre todo, no limita el pensamiento

Fuentes de consulta.

• sic.conaculta.com.mx
• Rumbas y Rabias de Mamá Cultura, Nexos, Febrero de 2008.
• Monsiváis, Carlos. Elogios de la lectura, Letras libres, agosto 2007.

Cultura mediática y poder mundial

Los hombres han perdido su fe en lo
invisible y trabajan en lo visible.
Ha triunfado la concepción
mecánica del mundo.


Armand Mattelart

Las industrias de la cultura son las
industrias del futuro. Invertir en la
cultura es invertir en la economía.


François Mitterrand

El capitalismo ha transformado el proceso de creación de la cultura. Actualmente, las llamadas industrias culturales se han convertido en escenarios de importante crecimiento y alta rentabilidad. Esto trae consigo un número alto de consumidores de la cultura y el descubrimiento de nuevos métodos de producción de mensajes, símbolos, imágenes y sonidos. Con esto, la información se convierte en un bien de mercado.

Desde hace tiempo se observa que la tendencia a mercantilizar la producción cultural, masificar el arte y la literatura, así como ofrecer los bienes culturales por varios soportes a la vez (por ejemplo el cine no sólo en salas sino en televisión y video) quita autonomía a los campos culturales.[1]

Según Néstor García Canclini, la fusión de empresas acentúa esta integración multimedia y la somete a criterios de rentabilidad comercial que prevalecen sobre las búsquedas estéticas. Uno de los ejemplos más citados es el Time: dedicada a medios impresos, se unió al megaproductor Warner. Convertidos, así, en los mayores fabricantes de espectáculos y contenidos (Time-Warner), se aliaron en el año 2000 con los megaproveedores de Internet (AOL).

En el campo editorial, la concentración de las editoriales tradicionales en grupos empresariales manejados por gestores del entretenimiento masivo hace que se publiquen menos títulos (sólo los de alta tirada) y elimina los que se venden lento, aunque lleven años en catálogo, sean valorados por la crítica y tengan una salida constante. Los nuevos dueños exigen al mundo editorial libros que den tasas de ganancia semejantes a sus negocios en televisión o electrónica.

La promiscuidad entre los campos no se debe sólo a la reestructuración de los mercados y a la fusión de empresas procedentes de campos distintos. Es también el resultado del proceso tecnológico de convergencia digital y de la formación de los hábitos culturales distintos en lectores que a su vez son espectadores e internautas. La digitalización conjunta de textos, imágenes y todo tipo de mensajes integrados en la televisión, el ordenador y el móvil, se está haciendo desde hace varios años.

El paradigma infotelecomunicacional constituye el vector fundamental para la expansión y la reconstrucción de los complejos mediáticos, teniendo como fin la comercialización diversificada y sin límites geográficos.[2]

Para ajustarse al nuevo patrón tecnoproductivo y a las exigencias de una economía globalizada con bases de mercado geográficamente dispersas, las corporaciones de medios pasaron a dirigir sus empresas a partir de un centro de inteligencia –un holding- encargado de establecer prioridades, directrices, planes de innovación y parámetros de rentabilidad para las subsidiarias y filiales.[3]

Las corporaciones implementan políticas de producción, comercialización y marketing absorbiendo ciertas particularidades socioculturales de los países en que operan. Para una adaptación mercadológica sólida, se valen de alianzas con socios y proveedores locales.

El desafío consiste en adaptar los objetos mercadológicos con trazos específicos de cada área, sea para fijar la impresión de que los productos se sostienen por encima de las particularidades geoculturales, sea para incorporar demandas o preferencias locales, a partir de que eso aumente la predisposición al consumo y fidelidad a las marcas.[4]

Un claro ejemplo de la adaptabilidad de ciertos productos a las preferencias de consumo local es la transnacional Mc Donald’s. Por ejemplo, en México las hamburguesas se venden con chiles jalapeños, cebolla, jitomate y lechuga.

En este sentido, los objetos no son simplemente cosas materiales sino aquello que utilizamos para construir la percepción de otros y al mismo tiempo hacernos percibir por esos otros. Es decir, se trata de objetos culturales que como en el caso del lenguaje no obedecen a una concreción material sino fundamentalmente a su naturaleza simbólica. La atribución del valor simbólico se genera en la trama de relaciones intersubjetivas entre los actores y de sus necesidades de reconocimiento y distinción.

Esta situación, nos remonta a la noción de imperialismo cultural que, según Séller, es el conjunto de procesos por los que una sociedad es introducida en un sistema en donde se moldea a las instituciones sociales de acuerdo con los intereses de conservación del sistema, de esta manera los medios de comunicación de masas se convierten en máximos conservadores del dominio. Dentro de este esquema, los contenidos de los medios quedan sublevados a los intereses de pequeñas elites.

Se habla de cómo los medios han pasado al control privado, concentrándose en manos de unos pocos que se expanden y absorben empresas más pequeñas (Telmex). La dominación cultural de estas corporaciones que ya no entienden de nacionalidades sino de ideologías se expande irremediablemente.

Bibliografía:

García Canclini, Néstor. Lectores, espectadores e internautas, Barcelona, Gedisa, 2007.
Moraes, Denis. Cultura mediática y poder mundial, Colombia, Grupo editorial Norma, 2005.

[1]Néstor García Canclini, Lectores, espectadores e internautas, pág. 28.
[2] Denis de Moraes, Cultura mediática y poder mundial, pág. 60.
[3] Ib. pág. 63
[4] Ib. pág. 64